29 marzo 2010

Soy una mujer sumisa....play

Palabras que encontre que reflejan lo que soy...

Soy una mujer sumisa. Encuentro placer y goce de ser sumisa en una relación de pareja. No soy débil o estúpida. Soy una mujer fuerte, con pensamientos claros y un concepto definido de cómo quiero que sea mi vida. No sirvo a mi Am@ por ser débil sino por mi fuerza y orgullo.

Busco a mi Amo para que me amor y protección ya que nunca me siento tan llena como cuando El está conmigo. Se que el protegerá mi cuerpo, mi alma, y mi mente con su fuerza e inteligencia. Él lo es todo para mi y yo lo soy todo para Él . Su tacto me despierta y sus pensamientos me liberan. Solo sirviéndole me siento completamente feliz.

Sus castigos son duros, pero los acepto gustosamente sabiendo que siempre desea lo mejor para mí. Si desea mi cuerpo, se lo doy, satisfecha, y me da un enorme placer saber que estoy haciéndole feliz. Sin embargo, el placer carnal es solo una faceta de nuestra relación. El amor, la confianza, el compartir, también conforman una parte muy importante de nuestra relación.

Mi cuerpo es suyo y si Él dice que es bonito, lo es. No importa como me vean los demás, soy bella a sus ojos, y por eso camino con la cabeza bien alta, porque,¿ quién puede decir que mi Amo no está en lo cierto cuando dice que soy bella?

Si me dice que soy su princesa, lo soy... Si me dice que soy su juguete, lo soy , su perra, su felpudo, lo soy.. tan sensual y lasciva como Él lo desea, y si otros no lo ven, es que están ciegos.

Mi mente es suya, y solo Él la conoce por completo. No tengo secretos para Él, porque los secretos me apartarían de ser suya por completo. Los secretos pondrían una barrera entre mi Amo y yo, y yo, no quiero barreras. Sus enseñanzas no son algo que yo busque o imagine, son algo que ha decidido que yo necesito y yo aprendo de Él.

Mi alma es suya, tan desnuda como puede estarlo mi cuerpo cuando estoy postrada a sus pies. No hay un solo momento en el que no note su presencia, incluso cuando no está conmigo. No se me ocurriría jamás enfurecerle ni traicionarle ya que sería un castigo horrible para mí, peor incluso que cualquier latigazo. El desconcierto de mi alma, cuando lo enfado, es peor de soportar que la angustia física que siento cuando me golpea con su cinturón.

Paso mis días sabiendo que la energía y la fuerza que pone en nuestra relación, es beneficiosa tanto para Él como para mí. Su parte es mucho más dura que la mía, y le agradezco enormemente que se preocupe por mí y me regale todo su tiempo. Yo tengo la parte más sencilla: experimentar, sentir, dejarme ir y abandonarme en Él . Soy su placer y su responsabilidad y así me trata.

Soy una mujer sumisa. Estoy orgullosa de serlo. Mi sumisión es un regalo que no doy a la ligera sino que solo puedo dárselo a alguien que lo aprecie por completo y lo recompense. Solo a El me entrego por completo porque soy fuerte y orgullosa. En resumen: soy una mujer sumisa.

06 marzo 2010

Se busca.......

Esta imagen refleja el momento en el que estoy..... necesidad de seguridad....de entrega....de entregar placer...de ser sometida fuertemente pero luego sentir una caricia dulce....Se busca...

03 marzo 2010

"Abre las piernas"

..fragmento de Historia de O

"Ella miraba el fuego mientras él hablaba, pero él no, pues no se atrevía a encontrarse con su mirada. Él paseaba por la habitación. De pronto, le dijo que, para escucharle, debía separar las rodillas y abrir los brazos; y es que ella estaba sentada con las rodillas juntas y abrazándoselas. Entonces, levantó el borde del camisón y se sentó sobre sus talones, como las carmelitas o las japonesas, y esperó. Entre los muslos sentía el agudo cosquilleo de la piel blanca que cubría el suelo. Él insistió: no había abierto las piernas lo suficiente. La palabra "abre" y la expresión "abre las piernas" adquirían en la boca de su amante tanta turbación y fuerza que ella les oía siempre con una especie de prosternación interior, de rendida sumisión, como si hubiera hablado un dios. Quedó, pues, inmóvil y sus manos, con las palmas hacia arriba, descansaban a cada lado de sus rodillas entre las que la tela del camisón, extendida a su alrededor, volvía a formar pliegues. Lo que su amante quería de ella era muy simple: que estuviera accesible de un modo constante e inmediato. No le bastaba saber que lo estaba; quería que lo estuviera sin el menor obstáculo y que tanto su actitud como su manera de vestir así lo advirtieran a los iniciados. Esto quería decir, prosiguió él, dos cosas: la primera, que ella ya sabía, puesto que se lo habían explicado la noche de su llegada al castillo, era la de que nunca debía cruzar las piernas y debía mantener siempre los labios entreabiertos. Seguramente, ella creía que esto no tenía importancia (y así lo creía, en efecto); sin embargo, pronto descubriría que, para observar esta disciplina, tenía que poner una atención constante que le recordaría, en el secreto compartido entre ellos y acaso con alguna otra persona, durante sus ocupaciones ordinarias y rodeada de toda aquella gente ajena al secreto, la realidad de su condición."